Cuando desperte aun no sabia las paredes me aturdieron de nuevo, intente estirar mis brazos pero solo conseguí lastimarme con la estúpida camisa de fuerza, mis pies estaban amarrados a la cama, y mi brazo estaba vendado, con gasas llenas de sangre, tal vez por lo de la cortada...
Cerré los ojos y me un hundí en mi mundo irreal, ahora, era diferente, estaba en una habitación muy iluminada, había una mesa con un tintero y una pluma antigua, como en la época colonial, había una silla y una cuerda colgada, también había una pistola y un cuchillo, no sabía exactamente para que usarlas pero unas voces en mi cabeza me atormentaban de una manera horrible...
Abrí los ojos y me encontré de nuevo en mi fría habitación, en eso escuche el chasquido de la puerta y la enfermera entro, me quito la camisa de fuerza y comenzó a quitarme las gasas, de repente mi estado de ánimo cambio por completo, me forcé y la herida se abrió, la sangre comenzó a brotar descontroladamente, tome las tijeras que la enfermera utilizo para quitarme las gasas y se las enterré en la espalda, ella grito y el doctor entro
-No se acerque o le juro que me mato- le dije amenazándolo
-Tranquilízate- me dijo e intento acercarse hacia mi... Las lagrimas rodaron de nuevo y me sentí como la peor escoria de la humanidad, al ver a la enfermera agonizante y a mi chorreando de sangre, no sabía que hacer, pero todo lo provocaron ellos, mis padres, por obligarme a estar aquí aun cuando yo me negué, a los doctores por todos esos tranquilizantes y aislamientos, a mi misma por no comprender todas mis visiones, y a el mundo por no comprender mi autismo, llore aun mas y clave las tijeras hasta el fondo de mi pecho...
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